viernes, 6 de mayo de 2011

Doce hombres sin piedad (Twelve angry men)

FICHA TÉCNICA:
Director: Sidney Lumet
Guión: Reginald Rose
Actores principales: Henry Fonda, Martin Balsam, John Fielder, Lee J. Cobb, E.G. Marshall, Jack Klugman, Edward Binns, Jack Warden, Joseph Sweeney, Ed Begley, George Voskovec y Robert Webber.
Nacionalidad: estadounidense
Año: 1957
Duración: 95 minutos

Desde mi punto de vista, la cuestión en torno a la que gira el argumento de Doce hombres sin piedad es: ¿somos capaces oír voces contrarias a la nuestra, por muy convencidos que estemos de la verdad que hay en la propia opinión?
La película de Lumet se desarrolla en una sala de un juzgado estadounidense, donde un jurado compuesto por doce hombres debe deliberar para condenar o exonerar a un joven de dieciocho años acusado de asesinar a su padre. El castigo que se impondrá al joven, en caso de ser declarado culpable, es la pena de muerte… siempre que los doce miembros del jurado estén de acuerdo en su culpabilidad.
A partir de esta premisa, se nos presenta al jurado en la sala donde tendrá lugar el film. Los vemos conversar unos con otros, mientras esperan a un miembro del jurado que está en el baño. Una vez reunidos todos, el nombrado portavoz del jurado, decide que cada miembro se siente ordenadamente en la mesa, atendiendo al número que se le ha asignado. Así, Lumet ofrece una de las particularidades que más me impresionan de la película: no es necesario conocer los nombres de cada persona, sino que los identificamos, poco a poco, por sus personalidades: el europeo que se dedica a hacer relojes, el hombre que se cría en un suburbio, el fanático del béisbol que está deseando salir de la sala, etc.
El presidente del jurado (o miembro nº 1) decide que, para comenzar, lo mejor es hacer una votación, ya que considera que las opiniones de todos los miembros serán unánimes. El recuento de votos culpables, para sorpresa de todos, es de once. Y es que el miembro nº 8, interpretado por el genial Henry Fonda, plantea que existen dudas razonables para condenar a este joven a la pena de muerte, sin que el jurado examine los hechos detenidamente.
No desvelaré más del argumento, puesto que es interesante ver cómo se va desarrollando la acción durante la película. Sin embargo, creo que merece la pena analizar la premisa de la que parte la película: el personaje encarnado por Henry Fonda se alza frente a una multitud que piensa de manera contraria a él y, no solo expresa su opinión, sino que trata de fundamentarla sobre hechos sólidos, que van llevando al resto de miembros del jurado a plantearse dudas sobre aquella verdad que consideraban suficientemente buena.
El comienzo de la película hace que cualquiera se plantee la ligereza con la que podemos llegar a juzgar aquello que nos parece evidente. Incluso, cuando la vida de un hombre está en juego, queremos ver evidencias donde, para otros ojos menos conformistas, existe la duda. Es cierto que lo más probable es que nunca nos hallemos ante una situación similar, pero ¿cuántas veces juzgamos a las personas a la ligera? ¿Cuántas ideas nos parecen irrefutables? ¿Cuántas opiniones echamos por tierra sin tan siquiera escucharlas?
Al fin y al cabo, aunque dentro del género judicial, la película de Lumet, nos hace pensar sobre la parcialidad de nuestros juicios y opiniones y sobre la necesidad de reflexionar sobre las decisiones importantes, especialmente aquellas que causan mella en nuestra vida y en la de los demás.
Ya dije al comienzo que, lo que más me impresiona de esta película, además de su carga moral, es la capacidad de caracterización de los personajes. No conocemos los nombres del jurado, solo la posición en la que están sentados y el número que determina esta posición. Poco a poco, asociamos a cada miembro con unos rasgos de personalidad muy marcados, lo que hace que las relaciones que se establecen entre estas personas sean muy intensas.


  • Nº 1: presidente del jurado. Intenta ser ordenado y respetuoso con todos.
  • Nº 2: tímido, apocado y con poca personalidad.
  • Nº 3: agresivo y testarudo.
  • Nº 4: analítico, elegante y con aires de superioridad.
  • Nº 5: de origen humilde, trata de cumplir con sus obligaciones.
  • Nº 6: con los pies en el suelo. Da mucha importancia a la educación y los modales.
  • Nº 7: fanático del béisbol, desea salir cuanto antes de la sala del jurado, sea cual sea el resultado para el acusado.
  • Nº 8: reflexivo, intenta hacer ver a los demás la parcialidad de sus opiniones y la existencia de una duda razonable en el caso.
  • Nº 9: anciano que cree en la justicia y en la importancia de analizar los detalles del caso.
  • Nº 10: muy similar al nº 3 en su visión de la vida, aunque no tan agresivo. Necesita sentirse superior a los demás.
  • Nº 11: europeo refugiado en Estados Unidos, se dedica al negocio de la relojería. Se ve a sí mismo en la figura del joven condenado.
  • Nº 12: publicista superficial y frívolo. Parece tener un lado humano, pero la presión del grupo puede con él.
En definitiva, se trata de una gran película, que destaca por su planteamiento moral y por unos personajes fantásticamente trazados. Sin embargo, por ver la otra cara de la moneda (como le gustaría al personaje interpretado por Fonda), en mi opinión, la película peca de ser demasiado efectista en ocasiones (primeros planos muy “descarados” cuando un personaje descubre un hecho revelador) y, a veces, da la sensación de que las pruebas surgen de la nada, a conveniencia de la defensa del personaje de Henry Fonda, dando la ligera sensación de aparecer como deux ex machina.

Puntuación: 9,5

Hasta pronto,
Teresa

P.D. Dentro de poco intentaré tener la reseña de la última novela que he leído: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, de Haruki Murakami. 

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